Sobre una mesa, la mini computadora
y el café; “Time after time”, 25 años más tarde. El cielo tan lejos, y tan gris, mojaba los edificios, los estudiantes, las ardillas. En ocasiones, algún recuerdo híbrido de historia y ficción; y estas ganas de nada: de no de nunca de vete-para-siempre de –nosequés Ni los pantalones cortos, ni las bicicletas, ni las sombrillas en danza- espiral. Solo aquella mesa y aquel café amargo dibujaban el día en el Subway. ¿Dónde estás? Llega, por favor. Publicado en Efímeras instancias (2011)
0 Comments
Llueve. Lo demás, humo. Un unitario de piezas que se repiten en todas mis existencias, la proporción de mi cuerpo, agua en acequia; algunos valores a medias, otros absolutos y los divisores comunes en mi congruencia; todas razones oscilantes entre los logaritmos: lo demás-lo he dicho-: humo. Consigo trajo la rabia de esta prisión inventada, cruel farsa riopiedrense, que me lacera la piel en tardes mojadas-como ésta- atormentada tinaja en espiral, sin motivaciones ni dueño. Porque, sin ánimos de reconvenir al tiempo la pérdida, el paso y el huracán, despertó, sin dar noticia, una eterna nostalgia de saber que vives. Sí, tú. Quien no está. Quien no ha estado. Quien no me habló, ni escuchó, ni enamoró. Quien nunca me tocó, ni besó, ni amarró sus pelos a mis ansias, ni amaneció en mis brazos otra vez, ni me busco en las noches humedeciendo pétalos en sendas sexuales apetencias. Nunca recostaste tu cabeza en mi hombro, ni lloraste una pena junto a mí. Jamás fuimos, rosa de Jericó, al campo de batalla de la mano. Porque no fuiste. Porque no has sido. Y te extraño más, mucho más. Más que al primer cuerpo que me tocó el alma. Mucho más que a los cuerpos que me enseñaron a mentir. Más que ayer y más que a esta lluvia que prontamente morirá. Publicado en Abrazos del Sur (2012) No espero el favor ni el perdón de nadie por esta confesión. Tan solo quiero explicar por qué lo hice. Nunca necesité nada, ni nadie más. Pero al parecer, esto no era suficiente para la cruel providencia. Llegué a París la primera semana de junio. Lo arreglé todo para instalarlo en un buen apartamento del barrio latino. (Mientras lo cuento, siento que se me seca la garganta.) Supongo que el amor comienza cuando una persona te hace olvidar quien eres. Mi vida había sido una larga monotonía avivada con pequeños éxitos. -Llegó la música.- me dijo. Tuve que volar a Hamburgo y pasé allí un par de días arreglando unos asuntos legales. Me bebí dos copas de coñac mirando la televisión. De pronto el corazón me dio un vuelco. Comenzaba a darme cuenta del problema en que me había metido. (Él se rió.) Miré hacia los lados y asentí. Una idea se iba formando en mi cabeza a la velocidad de un relámpago. ¿Y qué más da que lo sepas? Pero la respuesta vino sola. Supe después que esa noche, en la intimidad de su cuarto, le preguntaba por ella. Al día siguiente me ordenaron que contratase a un detective. También repasamos la historia del pintor por si debería repetirla de nuevo, y me cercioré-una vez más-de que no hubiera confiado a nadie nuestro pequeño secreto. Publicado en Abrazos del Sur (2012) Camino al equipaje, recordaba cuando hace dos años decidió mudarse a Nueva York.
La madrugada del embarque su rostro reflejaba una angustia terrible, casi de luto. Llegué a la zona de reclamos: allí estaba él. Se le dibujó en el rostro una sonrisa enorme que parecía cantar: “esta mes no estaré solo, tengo familia y ha venido a verme”. Lo abracé. Con mi abrazo se fundieron los abrazos de todos: mi padre y madre, y mis hermanos, las tías Estrella y Sarah, la abuela encamada, sus amigos, sus maestros, sus recuerdos, su pueblo: ¿su país? Mientras él me hablaba, yo fingía escucharle. Le observaba dos gigantes alas de halcón garcero que difícilmente ocultaba. Reconocía aquellas alas. -Te visualizas en New York.- Hirió nuestro mítico silencio su pregunta y me intrigó. Él sabe que en algún momento pensé instalarme en esta ciudad. Me aterró tanto que me descubriera el deseo que le contesté con desdén: -No, todavía no. Mentira. Siempre he deseado vivir en New York. Pero el miedo me había vencido en muchas ocasiones. Por consecuencia, o venganza mitológica, un hiriente dolor sacudió mi espalda: me nacían dos alas, firmes e irrepetiblemente macabras. Y con ellas, de par en par abiertas, él y yo nos abrimos paso entre la gente para ascender y desfilar en una cuarta dimensión de la urbe donde transita mi dolorosa y eterna nación flotante. Publicado en Abrazos del Sur (2011). |
El intertexto en SpotifyCategories
All
Archives
April 2024
|