No espero el favor ni el perdón de nadie por esta confesión. Tan solo quiero explicar por qué lo hice. Nunca necesité nada, ni nadie más. Pero al parecer, esto no era suficiente para la cruel providencia. Llegué a París la primera semana de junio. Lo arreglé todo para instalarlo en un buen apartamento del barrio latino. (Mientras lo cuento, siento que se me seca la garganta.) Supongo que el amor comienza cuando una persona te hace olvidar quien eres. Mi vida había sido una larga monotonía avivada con pequeños éxitos. -Llegó la música.- me dijo. Tuve que volar a Hamburgo y pasé allí un par de días arreglando unos asuntos legales. Me bebí dos copas de coñac mirando la televisión. De pronto el corazón me dio un vuelco. Comenzaba a darme cuenta del problema en que me había metido. (Él se rió.) Miré hacia los lados y asentí. Una idea se iba formando en mi cabeza a la velocidad de un relámpago. ¿Y qué más da que lo sepas? Pero la respuesta vino sola. Supe después que esa noche, en la intimidad de su cuarto, le preguntaba por ella. Al día siguiente me ordenaron que contratase a un detective. También repasamos la historia del pintor por si debería repetirla de nuevo, y me cercioré-una vez más-de que no hubiera confiado a nadie nuestro pequeño secreto. Publicado en Abrazos del Sur (2012)
1 Comment
Estrella
9/7/2014 01:08:44 pm
Ecepcional, como solo tu sabes hacerlo. Te amo.
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